No hace mucho tiempo atrás, vivía en Bangkok, Tailandia. No se si alguna de vosotros habéis visitado Bangkok pero si no, seguramente habéis escuchado que el tráfico es una locura.
Los semáforos no son automáticos como en España. En cada intersección, con mucho flujo vehicular, existe una caseta de policía. Por lo general hay dos policías con “Walky Talky” sentados en ella, pero ambos policías tienen dos funciones muy distintas.
El dedo
Uno se dedica a poner multas (sean estas justas o no) y el otro permanece sentado en la caseta utilizando el dedo.
El trabajo de ese dedo es muy simple, cuando el policía que está afuera, ha sacado suficientes multas, el policía que está en la caseta, le da al verde con el dedo y los coches comienzan a circular.
Cuando desean detener el tráfico para recolectar nuevamente, el policía en la caseta le da al botón rojo. En realidad es un modelo de negocio bien simple jaja. Se que os sonará como chiste pero así funciona esa gran ciudad.
Taxi
Como la ciudad es grande, el metro no llega a todos lados y los buses son impensables (llevan pollos, gallinas y otras hierbas), uno utiliza taxis. Son baratos y tienen aire acondicionado.
Pues aquel inolvidable día para mi, me encontraba en uno de ellos. Venía estresada porque salía de una reunión y entraba a la siguente (más encima donde había estado el lavabo no me había causado una buena impresión). Decidí acudir a mi siguiente reunión pero haciendo un “pit stop” en un hotel que conocía y quedaba en el camino, para poder cambiar el tampón que necesitaba un recambio.
Tampón gritando por recambio
Estaba yo en ese taxi, en dirección al hotel, pues caemos en la fase del botón rojo (ya sabéis a lo que me refiero). Estuvimos ahí fácilmente unos 50 minutos (no creáis que esto es mucho tiempo ya que una vez estuve detenida en una luz roja, por más de dos horas!). Sentía ese tampón cada vez más y más pesado. En mi incomodidad cruce mis piernas (de aquella manera que todas conocemos) para intentar así, retener lo más posible. Luego pasé la fase de no moverme ni un centímetro para no cambiar la posición.
Pasaban y pasaban los minutos y el taxi no avanzaba. Son aquellos momentos donde te llegas a sentir físicamente mal, no sabes si la presión arterial te sube o te baja. Intentaba bajar mi respiración para calmar los nervios mientras el taxi seguía inmovil.
A los minutos le da el policía al verde y por fin los coches comienzan a moverse, pero yo en ese minuto comienzo a sentir que mi ropa se sentía húmeda.Y pensé ohhh ya es muy tarde!
No quise ni mirar… Busqué en mi bolso por si tenia algun pañuelo, miré por todo el taxi por si veía alguna caja de los mismos y nada!
El asiento
Con resignación me quedé tipo Esfinge durante los últimos minutos del viaje. Así llegué al ansiado hotel. El taxi se detuvo en la puerta y me bajé con la actitud más digna que encontré . Miré el asiento y había sobre él, una gran pero gran mancha de sangre; al bajarme, la había desparramado por todo el asiento! 😱
Os podéis imaginar cómo me sentí? Tenía una vergüenza tan grande, creo la más grande de mi vida.
Pobre taxista
En mi mejor tailandes le dije al taxista que tenía un problema y el hombre me miraba desde su asiento con cara de pregunta. Logré que se bajara también. Al ver el desastre que le había dejado entendió. Le pregunté si tenía algo para limpiar y me contestó Mai Pen Rai (que significa, no se preocupe…no importa), cogió el dinero extra que le di y se marchó.
En la entrada del hotel me vi que mis pantalones (vaqueros rosa pálidos) se veían “bien bonitos”. Entre al hotel, “sintiéndome la mar de bien” como os podéis imaginar.
Tenía vergüenza, rabia conmigo misma, rabia con mi cuerpo y en realidad con el mundo entero. Estuve un buen rato pensando qué sentido tenía sentirme así?
Llamé a la persona con la cual me iba a reunir, pedí disculpas ya que así no podía ir a ningún sitio más que a casa.
Me contaron que existían las copas menstruales
Esto me hizo acercarme a mi ginecologa y preguntarle el por qué a veces nuestro periodo se volvía tan copioso? Me comentó que a veces, cada ciertos meses el cuerpo, decide causar una limpieza más profunda y eso resulta en un gran sangramiento.
Me comentó que existían unas copas menstruales, que tenían mucha más capacidad que cualquier tampón o compresa, que eran más sanos ya que no tenían químicos como los tampones. Me aseguró que una vez los probara no volvería, ni amenazada de muerte, a los desechables que hasta ahora había usado.
Así fue como llegué a la copa menstrual, y debo decir que desde el día que las probé, mi vida cambió. Me sentía segura, tranquila, además que tomé conciencia que todos los desechables que había utilizado hasta ese día, no eran la opción más adecuada.
Estaba tan feliz con esta solución que comencé a comentar el nuevo descubrimiento a otras personas. Al ver que con ellas también había tenido el mismo resultado, decidí crear PERIODINO y promoverlos de una manera más profesional.
Me imagino que al leer esta historia, os hice reír un par de veces, tal como también se que durante la lectura muchas de vosotras os sentisteis identificadas con esta historia. No conozco a ninguna mujer, que a lo largo de su vida, no haya tenido algún momento engorroso con la menstruación.
Debo decir que cuando me sucedió esto no lo encontré para nada gracioso pero hoy cuando la recuerdo, me río sola. Si deseáis podéis compartir conmigo en este blog alguna de esas historias. Así nos podemos reir juntas!
El tiempo es una maravilla, cuando suceden las cosas las sentimos tan tremendas, al pasar de los años, si tenemos un buen sentido del humor con nosotras mismas, pasan a ser una anécdota más en nuestras vidas. 😂